viernes, 6 de septiembre de 2013

lunes, 19 de agosto de 2013

Domingo en familia

Dado que Mel y Iara estaban en la city rosarina y que hacía desde el Día del Amigo que no andábamos todos juntos, el domingo aprovechamos la tarde soleada para juntarnos a tomar mate en el Parque España. La idea era vagar un rato y mirar la 7ma. F.L.I.A. Rosarina pero era obvio que no podía ser perfecto y le erramos de lugar. Debo alegar que no fue completamente nuestra culpa; la edición anterior sí se había hecho en el Parque España o por ahí.
Nos juntamos alrededor de las tres en los bancos que hay en Entre Ríos y el río y cuando estuvimos todos buscamos un lugarcito en medio del hormiguero de gente donde pudiésemos acomodarnos. Poder sentarnos en algún lado nos llevó más tiempo del que nos llevó esperar a Ani, que siempre e inevitablemente es la última en llegar; todo porque Valentino se paró a saludar a medio planeta en el camino. Amigos "de la noche" los llama y no se si se da cuenta de lo mal que suena eso.
-Voy a tener que empezar a salir con vos más seguido- le dijo Pablo cuando Valen volvió con nosotros después de pararse a hablar con un grupito de chicas.
-Son todas gay Pablo- le contestó Valen con tono de es-obvio-y-no-se-por-qué-no-te-das-cuenta. Mel se rió y Iara puso los ojos en blanco y Pablo las miró un rato largo aún después de advertido.

Alrededor de las cuatro y media ya estábamos instalados, nosotros siete (faltaba Charlie, que a pesar de ser fin de semana largo no se pudo venir a Rosario), las tres lonas de colores, los dos termos con agua caliente y el termo con agua tibia de Ani, los tres mates (el mate amargo y caliente, el mate dulce y caliente, el mate ni tan dulce ni tan amargo y tibio), la botella de gaseosa de Valen que es mala onda y no toma mate, los dos paquetes de masitas dulces, la docena de medialunas, el pororó y todas las mochilas en un espacio verde de un metro cuadrado bajo del único arbolito que conseguimos. Se extrañaba estar todos así, hablando pavadas y poniéndonos al día con nuestras vidas, llevando tres o cuatro conversaciones al mismo tiempo y estallando en carcajadas de a ratos.
-Che, que mal que Char no pudo venir, sino teníamos asistencia perfecta- dijo Pablo en un momento.
Yo la miré a Ani y Ani miró el mate que tenía entre las manos.
-Mejor no hablemos de Char...
Silencio absoluto. Miré a mis amigos uno por uno y sólo Valen lucía como si supiese algo; el resto estaba totalmente desorientado por el comentario.
-¿Por qué, qué pasó?- preguntó Mar. Ani se mordió el labio sin contestar y Pablo la observó un instante antes de pararse, paquete de 9 de oro clásicas en la mano.
-Me parece que no quiero escuchar esto. Voy a dar una vuelta, hablen tranquilos ustedes.
Se estaba alejando cuando me paré y corrí hasta él para acompañarlo. De todos modos yo ya había escuchado el drama de Ani con su compañero de facultad y ya le había dicho lo que me parecía. Cuando llegué a su lado y me miró agradecido le dediqué una sonrisa tranquilizadora.
-No quiero enterarme de nada que después tenga que ocultarle a mi mejor amigo- me dijo a modo de explicación.
-Muy sabia decisión. Igual, si te deja más tranquilo, no pasó nada.
-Sí...
Caminamos en silencio hasta un banco libre y nos sentamos a mirar el río. Me preguntó por Tiago y le admití que iba a extrañarlo aunque si Mel preguntaba iba a negarlo rotundamente, y yo le pregunté por el trabajo y por sus mujeres. Nunca tenía una definitiva pero siempre había alguna dando vueltas y estaba bastante segura de que me había perdido algunos capítulos de su historia. Me estaba contando cuando sonó mi celular. Era un mensaje de Mel.
"Por dnd andan?"
Le contesté.
Dos minutos después estaba con nosotros.
-Ey, ¿qué te trae por acá?- le preguntó Pablo mientras Mel se sentaba al lado mío.
Nunca había escuchado a Mel suspirar tan hondamente.
-La conversación me puso incómoda...- empezó mirando el río -Iar está con ensayos todos los días rodeada de chicas y chicos que comparten su pasión y yo tengo miedo de que entre ellos encuentre a alguien que le guste más que yo.
La miramos, incrédulos.
-Hola, sí, la última vez que miré vos no le "gustas", a vos te ama- la corregí. Era obvio que no era eso lo que le pasaba, o al menos no sólo eso. Iara y ella ya habían pasado por esa situación en la cual a Iara le había empezado a gustar alguien más y Mel había sido la primera en enterarse: Iara había ido derecho a hablarlo con ella y lo habían resuelto juntas antes de que el asunto pasara a mayores.
-Ajá, y lo que te pasa realmente es...- empezó Pablo al cabo de unos minutos en silencio. Él tampoco le había creído. Mel volvió a inspirar profundamente y recogió sus rodillas contra su pecho antes de empezar a hablar.
-Me siento estancada... Iar está en el Conservatorio todo el día y después tiene ensayos y no nos vemos casi nada. Yo trabajo, hago las cosas de la casa... siento que estoy relegando mis proyectos para ayudarla a ella a llegar a los suyos y estoy cansada y dolida. Es como si a Iar no le importara lo que yo quiero hacer de mi vida...
-Sí le importa- le dijo Pablo.
-Ya sé, pero se siente como si no. No puedo trabajar menos horas porque necesitamos la plata para poder seguir viviendo donde estamos; no puedo empezar a estudiar porque no me dan los tiempos, entre el trabajo y la casa. Y siento que ella no está haciendo ningún esfuerzo para que yo pueda hacer mis cosas...
-¿Y hablaste con ella?- le pregunté.
-Sí...- la miré con desconfianza y se rectificó -Algo así...
-¿Y que te dijo?
-Que sabíamos cómo iba a ser cuando nos fuimos a vivir a Baires. Que las dos acordamos que ella iba a estudiar y a intentar entrar a una compañía de teatro y que cuando las cosas se le fueran dando iba a pasar esto de no estar mucho en casa...- suspiró -Odio sentir que la culpo por lo que pasa. Y odio extrañarla.
La abracé y la besé en la cabeza y Pablo le ofreció masitas. Es lo que él siempre hace, cuando alguien está mal le ofrece comida y una sonrisa. Mel se rió y le aceptó una masita y yo la abracé un poco más fuerte. Menos de quince minutos después llegó el resto de la banda con el campamento a cuestas; los había corrido el frío. Solté a mi amiga y sonreí para mí cuando Iara la miro extrañada y le preguntó con un beso en la mejilla que le pasaba; Mel se encogió de hombros y permitió que su novia la abrazara fuerte, escondiendo su rostro en su cuello.
Al rato íbamos caminando hacia Oroño, Mel y yo agarradas del brazo cuando Pablo se nos acercó.
-A todo esto, ¿cuáles son tus proyectos?- le preguntó a Mel y yo la miré expectante también. Como Pablo, ella había arrancado una carrera apenas salir de Silly y la había dejado por cansancio y aburrimiento, postergando cualquier otro estudio en favor de un trabajo común y corriente como empleada en un local de ropa.
Mel se encogió de hombros.
-No sé, pero mientras siga así paralizada no creo que vaya a poder descubrirlo.


***

Ya son las diez de la noche del lunes. Hace cuatro horas que Mel y compañía pasaron por mi depto a buscar a Tiago, llevándoselo a él y a todos sus bártulos. Va a ser raro que hoy en la cama sólo seamos dos...

jueves, 15 de agosto de 2013

Tiago y yo

De a poco la ciudad va retomando su ritmo habitual y mi ánimo se va aliviando. Me volvieron las ganas de escribir en el blog así que acá estoy para contar que por lo que pude descubrir tener un perro es mucho más caro que tener un gato.

Hasta el momento la cuenta de gastos de Tiago se compone de lo siguiente:
  • Un plato para la comida: $15
  • Un collar con su correspondiente correa: $55
(Es que no puedo sacarlo a pasear sin collar y sin correa. Mi impresión es que si lo dejo suelto va a correr abajo de un auto así porque sí, porque le llaman la atención las ruedas o algo por el estilo)
  • Un saquito para abrigarse: $60
(Resulta que para salir además de necesitar correa necesitaba un abrigo. La primera vez que lo saqué tembló las 4 cuadras que caminamos. No soy  mujer de perros pero tampoco soy una descorazonada, pobre animal. Cuando esa misma noche por Skype le comenté a Mel mi idea de ir al PetShop a comprarle un saquito me pidió que fuese verde o violeta, nunca rojo ni tampoco azul porque no le gustan esos colores, tampoco rosa porque es de nena ni naranja porque es demasiado y si tenía capucha y bolsillitos mejor. Mi cara de "cuál es tu problema?" le hizo reconsiderar todas sus peticiones. Igual le terminé comprando un saquito gris con detalles en violeta, capucha y cierre.)
  • Comida para todo el mes: $80
  • Vacunas: $360
  • Muñeco de goma para que se entretenga: $35
  • Shampoo anti-pulgas: $40
(Nunca me imaginé que en la calle podía haber tantas pulgas sueltas)
  • Veterinario + gotitas para las orejas: $100
(Ah, porque se rascaba las orejas y Mel lo vio por cámara y me pidió que lo lleve al vet y resultó que es alérgico al cambio de clima y le agarra por ahí. Todos los problemitas, todos)
  • TOTAL: $745

Mel viene a Rosario este finde porque tiene el casamiento de su primo. Ella y Iara vienen desde Buenos Aires y sus padres desde Silly, y en una muestra de buena voluntad y de queremos-mucho-a-la-amiga-de-mi-hija los padres se ofrecieron a desviarse 400 km para llevar a Mel, Iara y Tiago en auto hasta Buenos Aires después de la fiesta, previa cancelación de sus deudas.

No veo la hora de recuperar la paz que siempre caracterizó a mi departamento y a mi vida. Tiago ladra cuando siente entrar y salir gente de este piso, llora cuando ve pájaros que se meten en mi balcón, gruñe despacito cuando siente el ascensor, me levanta todas las mañana porque quiere pasear y me hociquea todas las tardes para que juegue con él, me hace salir a medianoche muerta de frío para hacer un pis antes de que nos vayamos a dormir, me roba el pan de arriba de la mesa y si estoy en el sillón se tira encima mío. Cuando está cabizbajo y no hace nada de todo esto que digo acá me preocupo y lo estoy pinchando en el costado preguntándole "¿T que te pasa?" hasta que consigo más o menos activarlo de nuevo y cuando Olivia y él se pelean arde Troya.

Quiero recuperar mi paz de nuevo, sobre todo porque es lo que necesito para poder estudiar como Dios manda.
Pero tengo la leve sospecha de que voy a extrañar a este bicho y de que él me va a extrañar a mi y de que por eso va a andar hecho una piltrafita en Buenos Aires y que a Iara la va a sacar de quicio y a Mel la va a poner mal y va a terminar decidiendo que lo mejor es traerlo de vuelta a mi casa.

No puedo mantener un perro.

Pero creo que casi estoy deseando esperando que Mel me llame en una semana diciéndome "Tiago quiere volver al lado tuyo". Esto no es normal, oh no.


 
Tiago mirándome con cara de "yo no fui" después de romper una bolsa que encontró en
la terraza del edificio mientras yo tendía ropa.
 


sábado, 10 de agosto de 2013

Esto que nos pasa

El martes 6 de agosto la ciudad de Rosario amaneció de cara a la tragedia.Yo estaba en mi casa desayunando con Olivia y Tiago, leyendo Fabbri y escuchando Radio 2 cuando empezaron a decir que había explotado un edificio en el centro de la ciudad, Salta entre Oroño y Balcarce, que la explosión se había escuchado a kilómetros del lugar, que habían estallado los vidrios de todas las manzanas de alrededor, que no podían apagar el fuego, que llegaban las diferentes fuerzas de seguridad, que aparecían los primeros muertos, que la gente estaba desesperada... Mi celular sonó a los 15 minutos y nunca me voy a olvidar el alivio que escuché en la voz de mi mamá cuando respondí. Yo temblaba aunque vivo en la otra punta de la ciudad. Dejé los apuntes y prendí la tele y empecé a empaparme de lo que estaba pasando mientras en mi Facebook iba descubriendo como la ciudad se movilizaba para ayudar a ayudar. Nuestro grupo de Whats App estalló de actividad y cuando Valen no contestaba los mensajes lo bombardeamos de llamadas hasta que lo despertamos y nos confirmó entredormido que no sabía qué había explotado pero que él estaba bien. 
Fueron días complicados. A nadie de mis seres queridos le pasó nada pero se sintió (se siente) tan cerca que es difícil de explicar lo que me pasa por dentro y ni siquiera soy rosarina de nacimiento... Con el curso de las horas y de las conversaciones fui encontrando los resquicios por los que la explosión se fue colando en mi vida: la compañera de la facultad a la que le estallaron todos los vidrios, la abuela de una amiga que estaba a una cuadra porque iba al médico, mi amiga que tiene un amigo boy scout que está todas las noches ayudando a los bomberos, la conocida de una vecina que trabaja en el CEMAR y que fue la que empezó a elaborar la lista de heridos de los hospitales, el recuerdo de que hace cuatro días desayuné en esa esquina, Mar diciéndome "estaba en el trabajo y creí que era un terremoto"...

Cuando me repuse un poco en los días que siguieron pasé por el lugar de la explosión para ver en qué podía ayudar y ver en vivo la escena me terminó de movilizar. Donde antes había una torre ahora hay un montón de escombros y sobre los escombros personas que parecen playmovils sobre un montón de piedras. 

De golpe darnos cuenta que somos tan pequeñitos y que todo es tan efímero...

Ese martes a la noche no pude dormir. Di un millón de vueltas en la cama y terminé por levantarme y ponerme música bajita y ordenar la casa porque ni siquiera sentía que pudiese concentrarme para leer un libro y definitivamente no estaba de humor para mirar una película en Internet. Suena ridículo pero tenía miedo de despertarme enterrada en escombros... Me tiré en la cama alrededor de las 6 porque no me daba más el cuerpo. 
El miércoles fui a visitar a Ani.
-No puedo dormir amiga... Siento que puede pasarme a mí, que puede explotar mi edificio y que todo puede terminar en un instante. O que puede explotar alguno de los edificios donde viven ustedes y que te golpe entonces los voy a perder y siento que me muero. Ami si los pierdo a ustedes me muero. 
Me abrazó muy fuerte y dejó que llorara la angustia que me apretaba el pecho desde que escuchara la noticia y me prometió que esa noche iba a venirse a dormir a mi casa.
Se vino.
Y dormimos abrazadas en mi cama aunque Olivia y Tiago protestaran.
A veces el lugar más seguro del mundo son los brazos de otra persona.


(Hoy ya me siento mejor aunque la angustia persiste. Salír a buscar a Santiago Laguía me dio la sensación de que al menos estoy haciendo algo y no dejo de compartir todo lo que puedo en las redes sociales. Hoy más que nunca nos damos que al final de cuenta todos somos uno...)



miércoles, 7 de agosto de 2013

Cursilería mode on

Una de las cosas más geniales de este mundo tecnológico es la existencia del Whats App. Tan pronto como uno silencia las conversaciones grupales tiene un modo magnífico de estar en contacto con amigos y compañeros en todo tiempo y lugar para hablar pavadas sin tener que pagar ni un centavo por eso.
Como no podemos estar los unos sin los otros con la banda también tenemos un grupo de Whats App que se llama "WTF Crew" (idea de Pablo; a mí me parece horrible pero me da fiaca cambiarlo y de todas maneras ya me acostumbré) y que casi siempre usamos cuando estamos aburridos en clase o en el trabajo para mandar comentarios del tipo "acabo de ver a un tipo con rastas hasta el piso" o "quiero comer pastel de papas y nadie me cocina".
Hoy cuando me levanté tenía un mensaje en el grupo mandado por Mar a las 8.30 de la mañana. Era un video. Este video:



¿Cuánto se puede querer a una persona antes de sentir que se te estruja todo el pecho con ganas de darle un abrazo? Bueno, así me siento desde que vi el video. Al primero de mis amigos que vea en estos días lo voy a exprimir de lo fuerte que le voy a dar un abrazo (por mi bien espero que no sea Valen, porque no le va a gustar jaja).
Es increíble lo mucho que se puede querer a una persona, caramba.

sábado, 3 de agosto de 2013

Sobre el amor y otras adicciones

Ser la mejor amiga de alguien tiene sus cosas. Con Ani nos conocemos desde siempre. Soy la única que tiene la llave de su departamento de Rosario y su casa en Silly es casi la mía: caigo sin avisar, entro, abro la heladera, tomo mates con la madre, charlo con el padre mientras hace el asado, me tiro en su sillón a leer algún libro o alguna revista mientras espero que se levante los domingos al mediodía. me hago un té sin pedir permiso, miro televisión cuando voy y ella no está. Pero es mucho, mucho más que eso. No hace falta que diga nada para saber cuando algo la molesta; sé que va a pedir cuando salimos a bailar, qué cuando nos sentamos en un bar a merendar, qué cuando llamamos para pedir unas pizzas. Sé que cuando no mira a los ojos está ocultando algo y que cuando asiente mucho con la cabeza y dice "sí" y "claro" varias veces en la misma conversación es que realmente no está escuchando. Sé que cuando sonríe con los labios pero no con los ojos hay algo que la perturba, y que cuando sonríe con los ojos se le hacen arruguitas en la cara y hoyitos en las mejillas.
Por eso mientras ayer tomábamos un té sentadas en el piso de su departamento me di cuenta enseguida que algo le pasaba. Estaba contándole las últimas cosas que me había hecho Tiago (es una fuente inagotable de anécdotas ese perro) y ella revolvía su taza distraidamente intentando enfriar el agua hervida, la vista perdida en algún punto de mi cara o de mis hombros pero nunca realmente en mis ojos.
-Entonces lo dejé afuera y me metí al edificio. No pienso seguir ocupándome de él- exageré. Obvio que nunca le iba a hacer eso al perro (ni a Mel), por mucho que me sacara a veces.
-Ajá.
-¡Ana Luz!- exclamé, y salió de su ensimismamiento para mirarme -No estás escuchando absolutamente nada de lo que te digo.
Se mordió el labio inferior sabiendo que la había atrapado y que no iba a dejarla salirse con la suya.
-¿Me vas a contar o...?
Tomó aire y miró para el lado tratando de escaparse de mi mirada en esa sala de 4x4 en la que nos rodeaban una mesa, cuatro sillas, un sillón, una biblioteca, un escritorio, un tablero de arquitectura, una pila de libros de su hermana y una gata atigresada de nombre Lola mucho más cariñosa que la mía.
-Creo que me gusta alguien más.
La miré incrédula y mi falta de respuesta hizo que siguiera hablando despacito, tentativamente.
-Es Andrés...
Su compañero de facultad Andrés. Ojos claros, cabello castaño, alto, musculoso, nadador, socio del Jockey. Alumno de promedio 8, padres arquitectos con estudio propio. Con el que está haciendo grupo de Materialidad desde principio de año. Con el que yo le dije que no era buena idea trabajar. Ese Andrés.

Hay cosas que no entiendo. Eso de que te guste alguien, enamorarse, el amor, esos son cosas que se escapan completamente de mí.
Durante el secundario estuve tres años saliendo con Marcos. Era un año mayor que yo y jugaba al fútbol desde los 11 años en el club del pueblo. Cuando nos pusimos de novios (una noche de verano después de meses de ir y venir jugando a que estábamos juntos pero no, los dos solos en la plaza cuando ya todos se habían ido a dormir) todos nos dijeron que ya era hora y que nos veíamos perfectos juntos. Yo lo quería. Me hacía reír y me hacía sentir especial, como si para él no hubiese nadie más bello y más importante que yo. No teníamos el mismo grupo de amigos así que solíamos vernos algunas tardes después del colegio, los sábados a la noche cuando yo no salía con la banda, algún feriado en que íbamos al cine a Santa Fe. Me acompañaba a mi casa después del boliche y yo lo iba a ver a los partidos... Durante cuatro años lo busqué los 31 de diciembre a medianoche para que sea mi primer beso del año, organicé su fiesta cuando un club de Buenos Aires lo vio y le propuso sumarse a su plantel. Iba a los festejos de cumpleaños de su familia y él venía a los míos, teníamos nuestras bromas internas, me hacía cosquillas tirados en la cama y yo me reía hasta quedarme sin aire.
Pero no sé, creo que siempre sentí que me faltaba algo. Veía a Ani con Charlie o a Mel con Iara y siempre sentía que lo que Marcos y yo teníamos no era eso, o que yo no estaba en el mismo lugar que mis amigas aunque quizás Marcos sí. Cuando él se fue a Buenos Aires y yo armé mis valijas para venirme a Rosario sentí tristeza por la separación pero nada dentro mío se desgarró, nada me pareció injusto o dramático, no pasé días enteros llorando encerrada en mi cuarto. Era como las cosas se habían dado y esperaba que él pudiese ser feliz allá y que encontrara a alguien que lo amara como merecía que lo amaran y como yo, me di cuenta en ese momento, nunca lo había amado.
Cuando llegué a la ciudad empecé a salir con Pablo pero no nos llevó mucho darnos cuenta que éramos sólo grandes amigos que salían en citas y se acostaban juntos y cuando nos cayó la ficha nos sentamos y hablamos y decidimos que mejor volver a ser amigos sin derecho a roce para no complicar las cosas donde no valía la pena. Guardamos con nosotros algunos recuerdos hermosos y una banda de trapitos para sacar a relucir cuando peleamos; es divertido, sobre todo porque yo puedo ser mucho más malvada que él antes de empezar a sentir culpa.
Después de Pablo realmente no hubo nadie más. Algunos besos y una o dos citas con algún extraño conocido en una noche de boliche hasta que decidí que me había cansado de intentarlo. No sé como hacen algunas, que van por la vida mirando hombres y maravillándose con ellos. Nunca me pasó. No me distraen en el colectivo, no me parecen hermosos en las películas, no me generan ganas de compararlos y admirarlos cuando nos juntamos con las chicas. Mi interés en ellos llega hasta que George Clooney es un galán, Hugh Grant tiene un acento que Dios mío, Ian Somerhalder tiene unos ojos divinos y una sonrisa compradora y el chico del quiosco de abajo de mi edificio me piropea y yo le respondo los cumplidos con mi sonrisa más linda aunque nunca se me ocurriría salir con él. Ani, romántica empedernida, dice que toda esa indiferencia se me va a ir cuando aparezca el chico correcto y Mar me dice que no entiende cómo Brad Pitt en cuero no me produce nada. Mel se ríe y dice que mejor no opina y Iara dice que las más rescatadas terminan siendo las peores.
No sé, yo no siento como si algún día vaya a ser la peor.

Miré a Ani mientras me contaba todo lo que el gusta de Andrés y todo lo mal que se siente por estar pensando así de él mientras Charlie le manda mensajes o la llama para saber cómo fue su día y no pude evitar pensar ¿por qué no me pasan esas cosas a mí? No que lo vaya a admitir nunca en voz alta pero Yo también quiero enamorarme...

miércoles, 24 de julio de 2013

Esto tendría que tener un título copado, pero resulta que no se titular -.-

Si alguien me preguntara cómo es Pablo, mi primera definición sería: demasiado inteligente para ser cajero de supermercado, demasiado lindo para querer trabajar dentro de una fábrica, demasiado valioso para ser simplemente el chico de ocasión de las adolescentes tardías. Cocina, trabaja, limpia, hace ejercicio, es deportista, tiene sentido del humor, es caballero y dulce y compañero. Sería el novio perfecto y el perfecto futuro padre de familia, creo yo. Lo intentamos un tiempo pero no funcionó; ahora es mi mejor amigo.

Hace una semana que llegué a Rosario y me estoy volviendo loca así que agarré el teléfono y marqué el número de Pablo, que me sé de memoria. Ni siquiera lo saludé antes de empezar a quejarme.  Nuestra conversación fue más o menos así.
-No puedo más- le digo.
-Ooooooooookey. ¿Qué te pasa?
-Tiago.
-¿Tiago qué?
-El perro de Mel.
-¡Ah! ¿Qué te hace?
-No consigo que haga pis acá adentro.
-Afuera.
-No, adentro.
-¿Adentro? ¡Pero por qué querés que haga pis adentro! Mel me lo mostró, no tenía cara de muy inteligente. ¡Es genial que haya aprendido que tiene que hacer pis afuera!
-No.
-¿Por qué no?
-Porque estoy estudiando, tengo que rendir Lenguajes II el 30 y no llego, no entiendo Peirce y cuando consigo concentrarme viene Tiago a pedirme para salir. Y yo quiero seguir estudiando.
-Pero...
-Que haga adentro, en las piedritas de Olivia. Total después tiro todo y listo.
-Pero Di, no creo que a Mel y a Iara les divierta tener al perro acostumbrado a hacer adentro. Ellas no tienen una caja de piedritas.
-No me importa.
Tiago empezó a hociquearme (yo, mujer de gatos, usando esa palabra tan de mujer de perros) para que lo sacara. Lo alejé con el pie y me di vuelta.
-Pablo, o aprende a hacer pis en la caja de Olivia o lo tiro por el balcón.
-Okey okey. Dejame pensar un segundo.
Tiago volvió a hociquearme.
-¡¡¿¿Quéeeeeee??!!- le grité al perro.
-¡Pará, estoy pensando todavía! ¡Mujer de Dios!
-No, era con Tiago. Quiere salir de nuevo.
-Di me parece que vas a tener que sacarlo.
Lo miré. Tiene unos ojazos azules a los que cada día me es más difícil decirles que no aunque juro que lo intento. Justo como a Mel, su perro tenía que ser. Me levanté a buscar la correa y Tiago empezó a mover la cola mientras Olivia nos miraba aburrida desde arriba de la mesa, sus patas delanteras arriba de mi cartuchera. Odia cuando me pongo a estudiar.
-Lo voy a sacar. Si llegan a bocharme en Lenguajes los voy a ir a buscar a todos.
-¿Yo qué tengo que ver?
-No sé, pero seguro que algo tenés que ver.

De más está decir que no fue la última vez que tuve que sacarlo en el día. Encima hoy hizo un frío tremendo y ni siquiera me puedo parar al lado de la estufa porque Tiago hizo de ese rincón su cucha. Así que antes de cerrar los libros (Peirce no me vas a ganar, ya te voy a avisando) y apagar todo para irme a dormir le mando un whatsapp a Mel.
“Vos y tu perro me deben ASI de grande”
No llego a terminar de escribir esta entrada cuando me llega su respuesta.
“Tiago y yo te amamos”

No se puede discutir con esta mujer.

sábado, 20 de julio de 2013

Se siente en el corazón y se dice "amigos" ♥

Hay tres cosas en esta vida en las que creo ciegamente: el Universo, mis padres y mis amigos. Recuerdo que Ani fue la primera en acercarse, siendo dos pimpollitos de jardín de 4,  y que me dijo, textual: “Hola, soy Ani, ¿querés ser mi amiga?”. El resto se muestra escéptico y dice que no puede ser que me acuerde aunque admite que se imaginan a Ani diciendo algo así. Ani dice que lo de ellos es envidia de ella es el honor de ser mi primer amiga ("y de ser su mejor amiga", termina siempre la frase) y de nosotras dos el lugar de fundadoras de la banda. Yo digo que si el recuerdo no es real y lo inventé como ellos dicen no importa porque es tierno y me hace sonreír cada vez que lo evoco.
A Mar la conocí un tiempo después porque se mudó a Silly y fue mi vecina antes de ser mi compañera de escuela. Empezábamos primer grado y me acuerdo que me sentí re grande al llevarla de la mano y presentársela a todo el curso. Para esa altura Iara y Charlie ya se habían sumado a mi escuela; Pablo llegaría en tercer grado, trasladado desde el Santísimo Rosario después de que la directora de ese colegio le recomendara a sus padres “llevarlo a clases extras de catequesis, porque ese chico es  muy desobediente y rebelde y va a ir por mal camino”.
Mel y Valen aparecieron recién en séptimo transferidos también del Santísimo. Cayeron pegados uno al otro, temiendo a los chicos del nacional porque en los bailes y en la plaza nunca se juntaban las barras de las dos escuelas. En nuestra clase éramos dos grupitos y el nuestro fue el primero en acogerlos. No sé qué les vimos, no me acuerdo, pero nos cayeron bien. Pablo piropeó a Mel un par de veces esa mañana y me acuerdo patente que le tiró con bollitos de papel en la clase de Matemática para llamar su atención hasta que Iara (que estaba sentada atrás de los chicos nuevos) se dió vuelta y le dijo que parara porque era un inmaduro y un idiota y nunca iba a tener novia si seguía portándose así. Mar y yo la apoyamos y nos reímos y conseguimos que la profesora nos retara (¡primer día de clases!) y Pablo se burló pero no volvió a tirarle con nada en todo el día.
Abajo de mi cama tengo una colección de tres álbumes de fotos de la banda, uno de tapas rosas, uno de tapas violetas, uno de tapas verdes. Los fuimos haciendo con los chicos a base de piyamadas, días de campo, cumpleaños, escapadas y reuniones varias. La mamá de Mar es fotógrafa así que ella siempre tuvo cámara y una inclinación a llevarla con ella para todos lados, registrando todo, cualquier cosa. Con los chicos nos juntábamos en mi casa al comienzo de cada estación para elegir el par que iban a ir al álbum: era un día solemne y pobre del que osaba faltar. Me acuerdo que un año Ani estaba de vacaciones e hizo un escándalo porque no quisimos correr el día de juntada para que ella pudiese estar.
Ahora ya no nos juntamos al comienzo de cada estación para elegir fotos. La vida universitaria nos separó en el espacio y en el tiempo y cada vez es más difícil encontrar un momento en el que estemos los ocho en la misma ciudad, el mismo día, a la misma hora. La foto que cierra el álbum verde es de todos nosotros en la despedida de año 2010, dos semanas después de nuestra graduación del secundario, seis semanas antes de que mis padres me ayudaran a mudarme a Rosario. Sólo dos de nuestras reuniones sagradas sobrevivieron: la Navidad y el Día del Amigo.
Aunque la vida facultativa y responsabilidades varias se empeñan en mantenernos separados hacemos lo que podemos. Así que ayer a la noche cayeron Pablo, Mar, Valen y sus respectivas notebooks a mi casa a comer unas pizzas. Ani seguía en Silly para pasar el día con Charlie así que mientras cenaban se conectaron al Skype, puerto de recepción la compu de Val. Mel y Iara se conectaron en el Skype de Pablo y mi compu pasaba música. Nuestra tradición es hacer fiestas temáticas; como este año nadie tenía ganas de disfrazarse el tema fue años noventa, resuelto con una lista de Grooveshark con música de Fey, N’Sync y Backstreet Boys, y vasos y platos de plástico arriba de la mesa, de Cars para los nenes y de Barbie para las nenas.
-¡Se nos acabó la cerveza!- dice Pablo viniendo desde la cocina.
-Jodéme- añade Mar, despatarrada en mi sillón con Olivia en el regazo. De todos mis amigos, Mar es la favorita de Olivia; yo digo que casi que la quiere más que a mí -Di, sos la peor anfitriona de este universo.
Risas de Mel desde la pantalla de Pablo. Tiago ladra. Olivia resopla. Yo me doy vuelta con mi botella de Gancia One en la mano.
-Tiene que haber, buscá bien.
-¡Y sacáme una Sprite de la heladera!- grita Valen.
-Che, ¿sacaron fotos de hoy?- pregunta Ani. Está en el sillón de la casa de Charlie, comiendo sushi con palitos chinos. Es el colmo de lo bizarro. Se lo digo.
-Ey, no es bizarro, es tener clase- me contesta Charlie.
-No es de los noventa- apunta Mel. Tiene razón. Se lo digo también.
-Bizarro es que en Silly vendan sushi. Ustedes deben ser los únicos clientes- dice Iara levantándose de la mesa. Las dos notebooks con Skype están puestas arriba de dos pilas de libros arriba del escritorio, cosa de que los chicos puedan vernos a los que andamos dando vueltas por el departamento. En sus casas, una notebook tenía el Skype con nosotros y la otra el Skype Buenos Aires-Silly. Gracias a Dios por los padres a favor de la comunicación.
-Nosotros y la señora del verdulero- dice Ani.
-Jodeeeeeeeeeeeeeme- grita Mar.
-Okey, que alguien le enseñe alguna otra palabra a la estudiante de Letras- dice Pablo asomando la cabeza desde la cocina.
-Fuck you- le responde Mar levantándole el dedo mayor.
-¡Encontré la cerveza!- Pablo.
-Te dije- yo.
-La Spriiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiite- Val.
-Che zoquetes- Mel -Los extraño.
-¡Aaaaaaaaaaaaaaw!- todas las demás, menos Iara, que la besa en la mejilla mientras aparece en pantalla con un bol lleno de papas saladas.
-Tan cursis ellas- nos critica Valen, parándose a buscar la Sprite que nadie le alcanza.
-Go to hell- le dice Mar, esta vez sin ningún gesto gráfico.

Oh si, nos amamos.

Nosotras, hechas por Mar. No pueden decirnos que no somos tiernas :)

martes, 16 de julio de 2013

Amigas son las amigas o sobre quién me manda a mí

Sonaba Ella en mi celular mientras yo garabateaba letras en mi cuaderno, intentando en vano escribir una buena crónica sobre el pueblo para empezar a practicar para el día que escriba en la Rolling, en la Orsai, en Etiqueta Negra o al menos en la revista de los domingos de La Nación. Mi cuarto en la casa de mis padres (ya no se siente mi casa aunque ellos digan que siempre lo será) sigue tal cual lo dejé dos años y medio atrás: las paredes rosa clarito, las cortinas rosa oscuro medias deshilachadas abajo, un cuadro pintado de Alicia y el Sombrerero, el escritorio de madera blanca con el velador en forma de flor y mi acolchado de retazos de telas de colores. Si no fuese porque en el placard falta casi toda mi ropa, en la biblioteca la mitad de los libros y en las paredes los cuadros con las fotos de la banda nadie sospecharía que ya no vivo más acá.
Estaba concentrada tratando de escribir algo que sonara más o menos lindo cuando escuché a Mel llamándome a gritos desde el living. En Silly somos así: no nos mandamos mensajes, no nos llamamos por teléfono, caemos sin avisar con la esperanza de que el solicitado esté en su casa sin nada importante para hacer. Casi siempre funciona. La casa de la familia de Mel queda en la esquina de mi casa así que siempre fue la que más tiempo pasó sorprendiéndome a cualquier hora del día o de la noche con sus visitas intempestivas.
Me levanté y fui a ver qué quería. Olivia, mucho más pachorrienta que yo, se quedó en la cama desplegada en todo su largo.
-Tu papá me abrió- explicó la morocha en cuanto me vio entrar.
La observé con cuidado. Lo primero que noté fue su mueca de nerviosismo al saberse escrutada: el ceño levemente fruncido, los brazos caídos al costado del cuerpo, las manos entrelazadas. Lo segundo fue el brillo en sus ojos y la sonrisa pícara que intentaba reprimir pero que se le estaba insinuando en los labios. Eso sólo podía significar dos cosas: o había hecho algo atrevido e inesperado o iba a pedirme algo y sabía que yo no iba a poder decirle que no. No porque lo que fuese a pedirme fuese razonable o importante sino porque sabe que no sé cómo negarme a cualquier cosa que me pida. La observé un instante más. Se empezó a balancear para adelante y para atrás y eso me alcanzó para comprender que no venía a contarme nada.
-Ami…- empezó con su voz más tierna y cantarina.
-Lo que sea que me vas a pedir, desde  ya te digo que no- nos mentí. Obvio que no me creyó. Yo tampoco me creí.
-Daaaaaaaaaaale- se seguía balanceando y la agarré por los hombros para detenerla. Se le agrandó la sonrisa y la solté –Anoche cuando volvía de lo de Iara un perrito empezó a seguirme. Era chiquito y negro, un cachorro de algo, con unos ojazos azules, una hermosura, ¡no sabés!- empezó –Creo que salió del baldío de al lado de lo de Lola. Mamá dice que últimamente el pueblo se está llenando de perros callejeros, que la gente de Santa Fe viene a abandonarlos acá- inspiré, estaba esperando que me dijera cuál era mi papel en todo eso. Realmente no soy una chica de perros.
-Y…- la apuré. Igual me imaginaba hacia dónde estaba yendo y sospechaba que no me iba a divertir.
-Caminó pegado a mis talones las tres cuadras, ¡temblaba de una manera! Cuando llegué a casa lo miré y me miró y bueno…
-Lo entraste- no era una pregunta. 
Fui para la cocina a prepararme un té y Mel me siguió mientras seguía hablando.
-Mamá no quiere saber nada con quedárselo ella, dice que con Bacán ya tiene más que suficiente. Lo llevé al vet y me dijo que va a crecer pero no mucho, y ya hablé con Iara. Dijo que podemos tenerlo con nosotras en Baires.
Mi papá, que estaba leyendo el diario sentado en la mesa de la cocina, levantó la vista para mirarnos. Decidí ignorar la sonrisita que me estaba dirigiendo (“te-va-a-engatusar-de-nuevo”) y en cambió miré a Mel con mi mejor cara de nada.
-Pero…
-Pero nos vamos en cole. Y no puedo llevármelo en el colectivo.
Quería que me llevara el perro yo, conmigo, en auto, a Rosario, y que se lo tuviera hasta que pudiera pasar a buscarlo. Y yo ya había dicho que sí  en el preciso momento en que mi amiga había entrado a mi casa.
-Te odio.
-¡¡¡Ay gracias gracias gracias!!!- se me colgó del cuello, me llenó las mejillas de besos y me hizo volcar la mitad del té que me estaba sirviendo. Mi papá volvió a su diario y en cuanto Mel salió de mi casa me dijo sin mirarme: “Quisiera verte. Va a ser divertido”.
Todo eso fue el domingo. Al final no sé que pasó pero Mel y Iara se tuvieron que volver a Buenos Aires antes de lo que tenían planeado, así que me enchufó el perro a mí esa misma noche. Así que acá estamos dos días después Olivia, Tiago el perro y yo intentando terminar de armar la valija para volver mañana a Rosario. En este tiempo ya descubrí que:
- El estómago de Tiago no es precisamente amigo de andar en auto.
- A Tiago le gusta molestar a Olivia.
- A Olivia no le gusta que la molesten.
- A Tiago no le gusta dormir solo.
- Una cama de una plaza es muy chica para los tres.


Tengo que acordarme de cobrarle esto a Mel la próxima vez que la vea.

miércoles, 10 de julio de 2013

Había una vez una banda...

Mi nombre es Daiana pero mis amigos me dicen Di. Tengo 20 años, estudio Comunicación Social y vivo en Rosario, en un departamento cuatro por cinco en Barrio Martin con Olivia, mi gata, y una población de cactus bonsai que tienen nombres de caballeros españoles.
Somos de un pueblo del centro de la provincia de Santa Fe cuyo nombre prefiero no mencionar, de un kilómetro de largo y medio de ancho en el cual se desparraman sus casi 5000 habitantes. Con mis amigos le decimos Silly, abreviación de “Silly Town”, apodo que se ganó una noche de verano en la que estábamos felices, nos sentíamos ingeniosos y habíamos tomado demasiado alcohol. Hacía calor y estábamos alrededor de la pileta de Iara con las heladeritas con cerveza entre las reposeras y los zapatos largamente olvidados en el pasto. Esa mañana habíamos terminado el colegio y aunque ya tendríamos la fiesta de graduación para festejar ese era nuestro propio festejo privado, sólo nosotros ocho, celebrando que después de tantos años habíamos terminado la escuela y que por fin íbamos a salir del pueblo. En que ya no íbamos a vivir a un máximo de 4 cuadras unos de los otros ni a compartir todas las mañanas ni las tardes, y en que ni siquiera íbamos a estar todos en la misma ciudad, en eso preferíamos no pensar. Al menos no todavía.
- Tiene un solo semáforo y está en una esquina por la que no circula absolutamente nadie porque ahora esa calle no tiene salida- había dicho Pablo con una cerveza a medio tomar en la mano.
- Los de recolección de residuos todavía no entienden cómo hacer andar el depósito del camión- había añadido Charlie, que estaba tirado en el sillón de jardín con un brazo por sobre los hombros de Ani, que se reía bajito y no podía parar.
- En la iglesia tienen que cambiar la cruz por la estrella de David o por lo que sea dependiendo de quién es la misa- empecé a reírme a carcajadas con el comentario de Mar. Todos los domingos me pasaba de estar en misa y que el rabino nos sacara casi corriendo cuando el cura se extendía demasiado. Era genial, ver a las viejas agarrar sus carteras paquetas y moverse indignadas porque qué falta de respeto, echarlas así de la Casa del Señor.
- Tiene que ir el jefe comunal a darle de comer a los patos del estanque porque el empleado que se supone que hace eso es tan viejo que se olvida siempre.
- Jefe comunal ni siquiera debería ser una palabra. Es estúpida.
- You have a point my friend.
- Es un pueblo tonto. Tonto tonto.
- Siiiiiiiiiiiilly town, siiiiiilly town – se puso a cantar Mel con su mejor voz de blues y todos empezamos a reírnos a los gritos. Y así quedó para siempre.
Dos años y medio después las vacaciones de invierno nos encontraron de nuevo en la casa de Iara, esta vez amontonados en su sala con la estufa prendida y su impresionante sistema de sonido tocando Calamaro bajito. Volvimos todos a casa durante las vacaciones  y nos pusimos de acuerdo para coincidir al menos un par de días. Aunque en la ciudad nos juntemos no es lo mismo; vernos en una de nuestras casas del pueblo, con los muebles y la gente tal como la dejamos, con las calles tan idénticas a lo que fueron siempre y los mismos vecinos y los mismos negocios y quizás un auto diferente y un niño más me da una melancolía extraña. Nos sentimos como sapos de otro pozo, como pintados a mano sobre una fotografía a la que realmente no pertenecemos. A mí me pasa, al menos; sé que a muchos de los chicos también.
Afuera hacen apenas 4 o 5 grados y hay una humedad odiosa y una niebla que hace que todo parezca Londres pero adentro está cálido y hogareño. Tenemos prendidos sólo los veladores; la chimenea (que no es de leños aunque lo parece) tiñe la escena de anaranjado. Como de costumbre ando con mi cuaderno rosa y mi lapicera a cuestas; hace mucho que quiero contar mi historia, la mía y la de mis amigos, y este momento parece tan bueno como cualquier otro para empezar.  Los miro por encima de mi taza de té de frutilla. Charlie y Ani están como aquél verano, en un sillón de dos cuerpos, el brazo de él protectoramente sobre los hombros de ella mientras charlan con Mar y Valen. Mar está sentada en canastita en la alfombra siria con el termo del mate entre las rodillas y al lado suyo Valen aprieta sus manos alrededor de su taza de café. Me causa gracia porque le decimos que es casi deshonroso que alguien de pueblo no tome mate; él nos contesta (ofendido, siempre) que es ridículo creer que porque nació en un pueblo del interior tiene que gustarle el mate y que el mate le parece ordinario y horrible. Lo queremos, a pesar de eso. Pablo y Mel discuten sobre si son mejores los libros o las películas de Harry Potter; Pablo está sentado en el piso a los pies del sillón donde se sientan Mel y Iara, la morocha sobre uno de los apoya-brazos, la rubia con un brazo alrededor de su cintura. Las veo y me acuerdo de una imagen que una vez encontré en Internet, “Every brunette needs a blond best friend” y pienso que hace mucho que ellas pasaron ese límite. Sonrío; son lindas juntas.
Yo estoy apoyada contra la pared mirándolos a todos y maravillándome de que a pesar del paso del tiempo y de todos los cambios sigamos siendo nosotros, los mismos de siempre. Quizás no estemos tan agregados a la fotografía después de todo; quizás sí pertenezcamos a ella.
- Las películas son súper fieles a los libros Mel. Nunca vi unas películas tan fieles a los libros como en el caso de Harry Potter- está diciendo Pablo.
Mel se hace la que piensa un instante.
-Emmm… no. No son “súper fieles”- entrecomilla con los dedos en el aire; Pablo intenta replicar pero la morocha lo calla –Lo sabrías si hubieses leído los libros la cantidad de veces que los leí yo. Cuando se te empiecen a soltar las hojas de la cantidad de veces que leíste cada uno, ahí volvé y hablamos de fidelidad. Será de Dios- dice frustrada mientras mueve la cabeza para los lados. Es su marca registrada.  
-¿Saben algo?- les digo y los dos se vuelven para mirarme –Están discutiendo cosas insignificantes. Lo que tendrían que discutir es por qué Rowling decidió matar a Dumbledore…
-¿Muere Dumbledore?
-… o a Dobby. No había ninguna necesidad.
-¡¿Muere Dobby!?
Ups.
Pablo tiene sus ojos verdes abiertos del tamaño de dos huevos y nos mira alternativamente a mí, a Mel y a Iara en busca de respuestas o de algún consuelo. Iara se empieza a reír y Mel no reacciona hasta que de pronto se larga a reír con su risa estruendosa y cantarina y yo sonrío con ella mientras vuelvo a mi té con mi mejor cara de “no-sabía-que-no-habías-llegado-a-esa-parte-todavía” aunque ya sé que me va a hacer pagar por esto arruinándome el final de la próxima película que quiera ir a ver al cine. Igual disfruto de mi pequeña maldad mientras pienso de repente que amo a esta gente, simplemente la amo.

***

Así comienza este blog que por ahora es un cuento de lo que me pasa rodeada de estos siete personajes que conozco desde que tengo memoria pero que se puede convertir en cualquier otra cosa porque básicamente así soy yo: organizada y planificadora por un lado pero inconstante y caótica en otro orden de cosas que se superpone y se mezcla con el anterior. A los que ya llegaron, ¡bienvenidos! y a los que están por venir ¡los estoy esperando! Finalmente, al Universo: ¡que la banda nunca encuentre este lugar! O voy a tener muchos problemas jaja. Sea como sea: nos estamos leyendo pronto gente. ¡Sean felices!