sábado, 3 de agosto de 2013

Sobre el amor y otras adicciones

Ser la mejor amiga de alguien tiene sus cosas. Con Ani nos conocemos desde siempre. Soy la única que tiene la llave de su departamento de Rosario y su casa en Silly es casi la mía: caigo sin avisar, entro, abro la heladera, tomo mates con la madre, charlo con el padre mientras hace el asado, me tiro en su sillón a leer algún libro o alguna revista mientras espero que se levante los domingos al mediodía. me hago un té sin pedir permiso, miro televisión cuando voy y ella no está. Pero es mucho, mucho más que eso. No hace falta que diga nada para saber cuando algo la molesta; sé que va a pedir cuando salimos a bailar, qué cuando nos sentamos en un bar a merendar, qué cuando llamamos para pedir unas pizzas. Sé que cuando no mira a los ojos está ocultando algo y que cuando asiente mucho con la cabeza y dice "sí" y "claro" varias veces en la misma conversación es que realmente no está escuchando. Sé que cuando sonríe con los labios pero no con los ojos hay algo que la perturba, y que cuando sonríe con los ojos se le hacen arruguitas en la cara y hoyitos en las mejillas.
Por eso mientras ayer tomábamos un té sentadas en el piso de su departamento me di cuenta enseguida que algo le pasaba. Estaba contándole las últimas cosas que me había hecho Tiago (es una fuente inagotable de anécdotas ese perro) y ella revolvía su taza distraidamente intentando enfriar el agua hervida, la vista perdida en algún punto de mi cara o de mis hombros pero nunca realmente en mis ojos.
-Entonces lo dejé afuera y me metí al edificio. No pienso seguir ocupándome de él- exageré. Obvio que nunca le iba a hacer eso al perro (ni a Mel), por mucho que me sacara a veces.
-Ajá.
-¡Ana Luz!- exclamé, y salió de su ensimismamiento para mirarme -No estás escuchando absolutamente nada de lo que te digo.
Se mordió el labio inferior sabiendo que la había atrapado y que no iba a dejarla salirse con la suya.
-¿Me vas a contar o...?
Tomó aire y miró para el lado tratando de escaparse de mi mirada en esa sala de 4x4 en la que nos rodeaban una mesa, cuatro sillas, un sillón, una biblioteca, un escritorio, un tablero de arquitectura, una pila de libros de su hermana y una gata atigresada de nombre Lola mucho más cariñosa que la mía.
-Creo que me gusta alguien más.
La miré incrédula y mi falta de respuesta hizo que siguiera hablando despacito, tentativamente.
-Es Andrés...
Su compañero de facultad Andrés. Ojos claros, cabello castaño, alto, musculoso, nadador, socio del Jockey. Alumno de promedio 8, padres arquitectos con estudio propio. Con el que está haciendo grupo de Materialidad desde principio de año. Con el que yo le dije que no era buena idea trabajar. Ese Andrés.

Hay cosas que no entiendo. Eso de que te guste alguien, enamorarse, el amor, esos son cosas que se escapan completamente de mí.
Durante el secundario estuve tres años saliendo con Marcos. Era un año mayor que yo y jugaba al fútbol desde los 11 años en el club del pueblo. Cuando nos pusimos de novios (una noche de verano después de meses de ir y venir jugando a que estábamos juntos pero no, los dos solos en la plaza cuando ya todos se habían ido a dormir) todos nos dijeron que ya era hora y que nos veíamos perfectos juntos. Yo lo quería. Me hacía reír y me hacía sentir especial, como si para él no hubiese nadie más bello y más importante que yo. No teníamos el mismo grupo de amigos así que solíamos vernos algunas tardes después del colegio, los sábados a la noche cuando yo no salía con la banda, algún feriado en que íbamos al cine a Santa Fe. Me acompañaba a mi casa después del boliche y yo lo iba a ver a los partidos... Durante cuatro años lo busqué los 31 de diciembre a medianoche para que sea mi primer beso del año, organicé su fiesta cuando un club de Buenos Aires lo vio y le propuso sumarse a su plantel. Iba a los festejos de cumpleaños de su familia y él venía a los míos, teníamos nuestras bromas internas, me hacía cosquillas tirados en la cama y yo me reía hasta quedarme sin aire.
Pero no sé, creo que siempre sentí que me faltaba algo. Veía a Ani con Charlie o a Mel con Iara y siempre sentía que lo que Marcos y yo teníamos no era eso, o que yo no estaba en el mismo lugar que mis amigas aunque quizás Marcos sí. Cuando él se fue a Buenos Aires y yo armé mis valijas para venirme a Rosario sentí tristeza por la separación pero nada dentro mío se desgarró, nada me pareció injusto o dramático, no pasé días enteros llorando encerrada en mi cuarto. Era como las cosas se habían dado y esperaba que él pudiese ser feliz allá y que encontrara a alguien que lo amara como merecía que lo amaran y como yo, me di cuenta en ese momento, nunca lo había amado.
Cuando llegué a la ciudad empecé a salir con Pablo pero no nos llevó mucho darnos cuenta que éramos sólo grandes amigos que salían en citas y se acostaban juntos y cuando nos cayó la ficha nos sentamos y hablamos y decidimos que mejor volver a ser amigos sin derecho a roce para no complicar las cosas donde no valía la pena. Guardamos con nosotros algunos recuerdos hermosos y una banda de trapitos para sacar a relucir cuando peleamos; es divertido, sobre todo porque yo puedo ser mucho más malvada que él antes de empezar a sentir culpa.
Después de Pablo realmente no hubo nadie más. Algunos besos y una o dos citas con algún extraño conocido en una noche de boliche hasta que decidí que me había cansado de intentarlo. No sé como hacen algunas, que van por la vida mirando hombres y maravillándose con ellos. Nunca me pasó. No me distraen en el colectivo, no me parecen hermosos en las películas, no me generan ganas de compararlos y admirarlos cuando nos juntamos con las chicas. Mi interés en ellos llega hasta que George Clooney es un galán, Hugh Grant tiene un acento que Dios mío, Ian Somerhalder tiene unos ojos divinos y una sonrisa compradora y el chico del quiosco de abajo de mi edificio me piropea y yo le respondo los cumplidos con mi sonrisa más linda aunque nunca se me ocurriría salir con él. Ani, romántica empedernida, dice que toda esa indiferencia se me va a ir cuando aparezca el chico correcto y Mar me dice que no entiende cómo Brad Pitt en cuero no me produce nada. Mel se ríe y dice que mejor no opina y Iara dice que las más rescatadas terminan siendo las peores.
No sé, yo no siento como si algún día vaya a ser la peor.

Miré a Ani mientras me contaba todo lo que el gusta de Andrés y todo lo mal que se siente por estar pensando así de él mientras Charlie le manda mensajes o la llama para saber cómo fue su día y no pude evitar pensar ¿por qué no me pasan esas cosas a mí? No que lo vaya a admitir nunca en voz alta pero Yo también quiero enamorarme...

2 comentarios:

Luri dijo...

Me emociona! Que gran tema "el amor" =) a todos nos llega a su momento...
una amiga dice "mientras nos llega la persona indicada hay que disfrutar de la equivocada"
(claro que ella hace 5 años interrumpidos que esta de novia, pero bueno =P )

Di Marsella dijo...

Luri decile a tu amiga que es una viva!! jajajajaja quizás tiene razón pero a mi no me sale, nunca pude estar con alguien simplemente por estar ... (Ya lo sé, todos los problemas juntos, pero shhhh no digas nada)
Gracias por pasarte! Saludos :)